miércoles, 25 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 19: EN GARDE!!

Cuando llegamos a la casa de mi archi (aunque llamar casa a ese pedazo de mansión es solo una forma de hablar), no pude evitar pensar que hay gente que se ha quedado con toda la suerte que yo no tengo. Yo vivo en una casa normalita y apañada, y estaba segura de que jamás viviría en un sitio como ese, en parte porque para mí sola lo consideraría un desperdicio, pero eso no quita que no alucine con las pretensiones de la gente. ¿No se pierde mi archi en esos enormes pasillos, oyendo el eco de sus propios pasos? 
Claro que ahora no estaba sola... tenía a Alain...
Apreté los labios y me concentré en lo que tenía entre manos: el rescate.
-Si fuera un hombre, yo diría que tiene un problemilla con el tamaño... -murmuré cuando al fin llegamos junto a la puerta, después de andar como media hora desde la verja de entrada al parque-. ¿En serio gana tanto?
Lorito emitió una risa similar a un quejido junto a mí.
-Y más. Piensa que en sueldos se gasta más bien poco... ni en comida para los empleados.
No pude decir nada, porque me había dejado para buscar la llave de emergencia que sabía que mi archi escondía en la boca de una rana de cerámica que hasta se parecía a ella. Lo bueno de ir con él era que sabía ese tipo de cosas, así que no tendríamos que forzar la puerta, con el riesgo de que apareciera hasta el FBI para detenernos por allanamiento.
-Tenemos que darnos prisa, se nos hace tarde -añadió Lorito, comprobando la hora en su reloj.
Atravesamos la casa, decorada al estilo "la atiborro de todo a ver si así parece que tengo buen gusto" a paso rápido, nuevamente gracias al conocimiento del terreno de mi acompañante. No me avergüenza decir que Lorito me estaba sorprendiendo, y para bien. Hasta había controlado su verborrea y pensaba que podría ser útil en el cuerpo a cuerpo... odiaba a mi archi más que yo, y eso siempre es útil.
Nos dirigimos a paso rápido a lo que debía ser su despacho. Mi corazón latía fuerte, seguramente debido a los nervios.
La puerta, de madera oscura y lustrada de modo que despedía un brillo maléfico, parecía cerrada a cal y canto. Acercamos las cabezas para ver si se escuchaba algo al otro lado, pero, o la madera era demasiado gruesa (solo lo mejor para mi archi), o de verdad no había nadie allí.
Inspiré con todas mis fuerzas, cerré los ojos un instante mientras me encomendaba a todos los santos, y tiré de la manilla con todas mis fuerzas. Lorito me miró con cara de susto, y se retiró unos pasos, como si su valor flaqueara en el último momento. Sin embargo, debo reconocérselo, tras asentir como para sí mismo, me siguió al interior. Era un buen tío.
Alain tecleaba furiosamente en un rincón, sin alzar la vista en ningún momento.
No había nada en su aspecto que pareciera fuera de lugar... al menos para nadie que lo conociera un poco. Yo pude ver que estaba delgado, más pálido de lo habitual, que tenía un gesto desagradable, amargo, en la boca. 
-Coge todas tus cosas, nos vamos.
Dio un respingo en su silla al escuchar mi voz. Sus ojos se abrieron de la impresión, y luego miraron tras de mí, como buscando al ogro del cuento.
-Vete, por favor, tengo trabajo que hacer.
Sentí que la furia me invadía. Habían sido demasiados días tratando de controlar mis impulsos, y eso no es bueno... para cuando me di cuenta, le había girado la cara de un tortazo.
Me miró con sorpresa, tocándose la cara.
-Mueve el culo de esa silla ahora mismo o te juro que te dejo aquí para siempre. Y te aseguro que jamás, jamás de los jamases, volveré a pensar en ese estúpido secretario francés al que conocí una vez.
-Prometí quedarme -respondió, tomando mi mano, que se había vuelto a levantar como para repetir la jugada.
-Hay algunas promesas que no se hacen con la intención de cumplirlas, maldita sea. Si es por lo que dijo esa bruja sobre mi carrera, es absurdo. Nunca he pretendido ganarme la vida con esto. Aunque si realmente quieres quedarte... -a esas alturas yo no sabía si estaba furiosa, triste o tan nerviosa que no sabía lo que decía.
-Daos prisa -apremió Lorito desde la puerta, donde se había colocado para vigilar que no hubiera moros en la costa.
Alain se levantó por fin. Fue entonces cuando escuché el tintineo de la cadena. La muy hija de piiii tenía atado a mi secretario al escritorio. Sentí que la furia me invadía. 
Noté que pasaba suavemente los dedos por mis nudillos, tratando de relajar mi mano, que se había convertido en un puño.
-Yo ya me había resignado a mi destino.
Fruncí el ceño.
-Déjate de "caballerismos". Rompamos ese armatoste y ven con nosotros.
Alain carraspeó.
-Esa palabra te la acabas de inventar.
No pude evitar sonreír. Ni en esas circunstancias podía evitar corregirme. Igual debería molestarme, pero en ese momento no lo hizo.
-Necesito mucha ayuda con el vocabulario.
Giró la cabeza hacia un lado, entrecerró los ojos levemente y frunció un poco los labios. Estaba pensando. 
-¡Ya viene! -gimió Lorito, a un paso de un ataque de pánico. 
Nuestra charla intrascendente había hecho que perdiéramos toda la ventaja que teníamos. Yo sentí deseos de volver a arrearle a Alain, porque no creía que necesitara pensarse algo así.
Un canturreo desafinado nos llegó desde el pasillo, anunciando el Apocalipsis. Miré a Alain, él me miró a mí, sonriendo levemente y de forma enigmática. De pronto me apartó a un lado, con delicadeza, eso sí, y dio un tirón a la cadena, arrancándola de su anclaje. Se la enrolló en la muñeca mientras yo me preguntaba cómo podía haberlo hecho con tanta facilidad.
Mi archi, envuelta en una toalla que, por desgracia, no acababa de cubrir todas sus carnes, se detuvo en la puerta y contempló la escena, sorprendida, al menos durante unos segundos. Luego, como siempre, esa sonrisa sabihonda y puñetera se adueñó de su rostro.
-Largaos, mi francesito y yo tenemos... cosas... pendientes -dijo, pasándose la lengua por los labios mientras miraba a Alain.
La cadena crujió a mis espaldas y yo me giré para mirar a Alain. Una vez tomada la decisión de acompañarnos (creo), estaba más tranquilo. Tanto, que empecé a preocuparme. Por primera vez me pregunté en serio qué le había hecho esa mujer para conseguir tal sumisión.
Un gemido volvió a atraer mi atención hacia el frente. Mi archi se había acercado a Lorito y le estaba... tocando. Con solo eso, él ya había caído al suelo hecho una bola. Me había quedado sin ayudante, aunque reconocía  que sin él no habría llegado hasta allí.
-Déjale, maldita seas.
Mi archi se giró al fin hacia mí. Sin maquillaje y con esas pintas, daba más miedo que nunca, que ya es decir.
-¿Vas a pelear conmigo por mi croasancito?
Cruzó los brazos sobre el pecho y me miró desde la ventaja de su altura y su peso. A su lado, yo era un comino. Sin embargo, alcé los puños y apreté los dientes.
-En garde, bruja asquerosa!!




3 comentarios:

  1. ¡A los ojos! ¡A los ojos! ¡Tírate a los ojos! Arrannnnnncaselos con los pulgares.
    (Me doy miedo, por Dios...)

    ResponderEliminar
  2. Hola!
    Yo hablo a Alain... Alain, DEJA DE SER UN PÁFILO Y ARREALE CON LA CADENA Y LA FUERZA QUE USASTE PARA QUITARLA DEL ESCRITORIO A ESA DESGRACIADA!!!!

    ResponderEliminar

Todos los comentarios del blog están moderados. Recuerda que la paciencia es una virtud.