A estas alturas, si alguien ha leído "El amor es un libro en blanco", habrá quien se habrá dado cuenta de que hay cierto mensaje en la obra.
Sutil, ejem...
Bueno, no, para qué. Dejémonos de tonterías. Ha llegado la hora de hablar claro (como si alguna vez yo me hubiera cortado en mi vida).
A mí la erótica no me gusta, o al menos cierta erótica. Es decir, no la erótica que quieren vendernos como romántica de toda la vida pero con sexo. Un sexo calculado expresamente cada x páginas, en el que apenas vemos sentimientos hasta el "Te quiero" final.
¿Pero acaso no había sexo en la romántica antes? Las que empezamos a leer (y escribir) antes de Grey sabemos que había novelas románticas bien cargadas de escenas tórridas. Vamos, que no se ha inventado nada nuevo. Pero estos últimos tiempos he tenido que ver, para mi sorpresa, que Grey nos liberó, que antes nos daba vergüenza el sexo, que nos sonrojábamos leyendo ciertas escenas (sí, esas cosas y otras he visto yo misma con mis propios ojos almendrados).
Yo no sé si Grey habrá liberado a alguien de sus pudores, pero desde luego lo que sí tengo claro es que ha roto una barrera que antes existía y que debería seguir existiendo y que, para mí, está acabando con el género (y perdonad mi tono apocalíptico): la diferenciación de géneros (y valga la redundancia). Antes el erótico era erótico, el romántico era romántico, y las lectoras de cada uno, o las que gustaban de los dos, sabían qué iban a encontrar al comprar un libro. Ahora tú compras y... ¡¡sorpresa!! Y no mola nada.
Yo solo sé que las lectoras digamos de novela romántica tradicional, en general no gustan de la erótica actual (sí, aquí podéis poner los ojos en blanco todo lo que queráis, pero me entendéis perfectamente), y que las que gustan de la erótica actual nos consideran a las que hacemos romántica tradicional sosas y aburridas (por no decir puritanas y reprimidas entre otras lindezas que he tenido que escuchar).
Así que, ¿no sería más sencillo dividir de una puñetera vez los géneros y ser todas felices? Que cada uno lea lo que quiera pero sabiendo lo que compra sería lo ideal, sin que se lleve sorpresas desagradables ni se sienta estafada por editoriales ni autoras (sin que, seguro, sea su intención).
Ahí lo dejo.