Había ganado el primer duelo contra Marie Panphile. Con mi discreción habitual, poco me faltó para dar saltos de alegría y restregárselo por el morro, pero decidí que eso no era ni elegante ni educado, así que me limité a recostarme contra la silla y mirarla con aire de triunfo.
Ella entrecerró los ojos, pero se mordió la lengua para no darme más motivos de alegría.
Alain, que para variar no se enteraba de nada, nos miró a las dos con ternura.
-Estoy seguro de que acabaréis queriéndoos -dijo, con una de esas sonrisas que me hacían pensar que había algo en él que no era de este mundo. No se podía ser tan inocente.
Madame Panphile estiró los labios en algo similar a una sonrisa y yo disimulé mirando el reloj.
-¡Qué tarde es! Salgamos ya o no nos dará tiempo a ver nada -exclamé, sin que se notara para nada que tenía unas ganas terribles de salir de allí.
Dedicamos lo que quedaba de tarde a visitar París. Ains. París, París, París...
Cuando regresamos, ya cenados por si acaso (mostaza una vez sí, dos ni de coña), decidí aprovechar que no había nadie a la vista para colarme en su cuarto. Pondría el despertador para levantarme pronto y volver al cuarto de las ratas para que Madame Panphile no supiera que habíamos dormido juntos.
-Eres malvada -decía Alain mientras besaba mi cuello, ya dentro de su dormitorio.
-No confundas inteligencia con maldad, chouet...
Besos, arrumacos, risitas... y un carraspeo que nos hizo saber que no estábamos tan solos como creíamos.
La mano de Alain se detuvo a medio camino de una de esas partes de mi anatomía que no solía pronunciar y le faltó poco para ponerse de firmes.
-No en esta casa.
Parpadeé un par de veces, sin saber si era posible que hubiera alguien tan cortarollos.
-Madre, llevamos tiempo viviendo juntos, te aseguro que no es la primera vez que dormimos juntos -dijo Alain.
Le di un codazo. Decirle eso a su madre no haría nada por mejorar su opinión de mí.
-Podréis vivir sin... tocaros... mientras estéis en mi casa -respondió ella, uniendo sus manos como si rezase-. Aquí respetamos las tradiciones. Nada de cama antes del matrimonio.
Lo reconozco, tendría que haberme reído, que era la reacción más lógica, pero suspiré de resignación. Podía ver por su sonrisa satisfecha que había ganado este combate.
Antes de que Alain dijera nada, le di un beso de buenas noches y me encaminé hacia la ratonera.
No habría achuchones durante unos días, de acuerdo, pero tampoco peleas abiertas entre Marie Panphile y yo. Todo fuera para mantener la paz... o para pelear con más fuerzas otro día.
Cuando llegué al cuartucho donde dormiría, la sonrisa satisfecha de Alexia desde las fotos me hizo pensar que esas vacaciones serían una dura prueba para mi paciencia.
Marie Panphile 1 - Arwen 1