domingo, 29 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 20: GLORIA A LOS CAÍDOS

Igual no fue buena idea intentar un ataque directo, teniendo en cuenta que yo no peso ni 40 kilos y ella pesaba como 100 kilos más que yo, pero a esas alturas yo había perdido mi templanza (la poca que tengo), mi cordura (¿eso qué es?), y, sobre todo, estaba muy cabreada al ver lo que hacía con mis chicos... mis secretarios, quiero decir.
Mi cabeza chocó contra su estómago como contra un muro de hormigón, haciendo que mi cerebro se removiera contra las paredes del cráneo. Aturdida durante unos instantes, mi archi aprovechó para levantarme por los aires y lanzarme contra la pared. 
Duele. Mucho.
Pero conseguí levantarme.
Se lo debía a Lorito, que lloraba en su rincón, convertido en un bebé. Yo le había metido en eso y le iba a sacar, aunque tuviera que perder el bazo por el camino.
-¿Tan poco ganas que no te llega ni para comer?
Me tambaleé junto a ella y resoplé. Francamente, no entendía que a las lectoras les gustase ni su estilo ni su burdo sentido del humor.
-Ya te gustaría a ti tener mi tipazo, cerda -grité, lanzándome otra vez contra ella, esta vez con las garras por delante.
Conseguí marcar su cara y dejarle un bonito siete de pellejo en la arrugada mejilla antes de salir volando otra vez. A ese paso iba a perderle el miedo a las alturas.
Esta vez la pared me pareció todavía más dura. Qué cosas.
-Lárgate y llévate a ese despojo contigo y os perdonaré la vida. Mi croasancito y yo tenemos cosas de las que hablar.
Tuve que levantarme otra vez, no podía consentir que ella ganara sin más. Al menos tenía que luchar. Al pasar junto a Alain, él trató de detenerme, pero yo ni siquiera le miré, en parte porque tampoco podía enfocar bien. A mi archi la veía porque es como Gozilla de grande, es difícil no verla.
-Arwen, por favor, vete... 
Le escuché, claro, pero fingirme sorda se me da bien, que se lo digan a mi madre.
Mi archi al parecer se aburría, porque mientras yo llegaba (entiéndase que ya estaba algo perjudicada y no tenía mi gracioso caminar habitual), se agachó junto a Lorito y comenzó a mangonearlo con la misma delicadeza que una elefanta a un tronco que quiere desmochar.
-Siempre fuiste un inútil, Lorito. No valías el alpiste que te daba para cenar.
Lorito no se movió. Me pregunté si ya estaba muerto.
Con un gruñido de desprecio, se levantó y lo miró desde arriba, no sin aguantarse las ganas de arrearle una última patada.
Le dio la espalda y me miró con una sonrisa tan repugnante como su alma.
-No voy a dejar de ti ni las raspas.
Sentí que la ira me invadía. Ver cómo trataba el cadáver de Lorito había sido la gota que colmaba el vaso. Traté de lanzarme contra ella con todas mis fuerzas, pero alguien me retuvo desde atrás, sujetándome contra sí.
-¡Suéltame, Alain, maldito seas!
Él susurró algo en mi oído, pero estaba tan furiosa que no pude entender qué decía. Luchaba contra él con tanta fuerza que tuvo que enrollar la cadena a mi alrededor para retenerme. Decidido, si salíamos de allí con vida, yo misma le mataría.
Y entonces lo vi. Lorito se estaba levantando poco a poco. Su expresión daba miedo.
Mi archi no lo vio venir. 
Cuando Lorito le estrelló su premio "Ardor amoroso" a la mejor novela del año en la cabeza (al menos la primera vez) sonreía. Las siguientes, cuando mi archi ya había caído y no peleaba, la sonrisa ya se había convertido en una risa histérica.
-Igual deberíamos pararle -dije, tan alucinada que había dejado de luchar entre los brazos de Alain.
-Cualquiera se atreve a decirle algo.
De pronto sentí todos mis dolores juntos. Y el cansancio. Y el estrés. 
Todo había terminado.
Alain era libre.
-¡Oh, Dios, creo que la bruja ha muerto!

miércoles, 25 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 19: EN GARDE!!

Cuando llegamos a la casa de mi archi (aunque llamar casa a ese pedazo de mansión es solo una forma de hablar), no pude evitar pensar que hay gente que se ha quedado con toda la suerte que yo no tengo. Yo vivo en una casa normalita y apañada, y estaba segura de que jamás viviría en un sitio como ese, en parte porque para mí sola lo consideraría un desperdicio, pero eso no quita que no alucine con las pretensiones de la gente. ¿No se pierde mi archi en esos enormes pasillos, oyendo el eco de sus propios pasos? 
Claro que ahora no estaba sola... tenía a Alain...
Apreté los labios y me concentré en lo que tenía entre manos: el rescate.
-Si fuera un hombre, yo diría que tiene un problemilla con el tamaño... -murmuré cuando al fin llegamos junto a la puerta, después de andar como media hora desde la verja de entrada al parque-. ¿En serio gana tanto?
Lorito emitió una risa similar a un quejido junto a mí.
-Y más. Piensa que en sueldos se gasta más bien poco... ni en comida para los empleados.
No pude decir nada, porque me había dejado para buscar la llave de emergencia que sabía que mi archi escondía en la boca de una rana de cerámica que hasta se parecía a ella. Lo bueno de ir con él era que sabía ese tipo de cosas, así que no tendríamos que forzar la puerta, con el riesgo de que apareciera hasta el FBI para detenernos por allanamiento.
-Tenemos que darnos prisa, se nos hace tarde -añadió Lorito, comprobando la hora en su reloj.
Atravesamos la casa, decorada al estilo "la atiborro de todo a ver si así parece que tengo buen gusto" a paso rápido, nuevamente gracias al conocimiento del terreno de mi acompañante. No me avergüenza decir que Lorito me estaba sorprendiendo, y para bien. Hasta había controlado su verborrea y pensaba que podría ser útil en el cuerpo a cuerpo... odiaba a mi archi más que yo, y eso siempre es útil.
Nos dirigimos a paso rápido a lo que debía ser su despacho. Mi corazón latía fuerte, seguramente debido a los nervios.
La puerta, de madera oscura y lustrada de modo que despedía un brillo maléfico, parecía cerrada a cal y canto. Acercamos las cabezas para ver si se escuchaba algo al otro lado, pero, o la madera era demasiado gruesa (solo lo mejor para mi archi), o de verdad no había nadie allí.
Inspiré con todas mis fuerzas, cerré los ojos un instante mientras me encomendaba a todos los santos, y tiré de la manilla con todas mis fuerzas. Lorito me miró con cara de susto, y se retiró unos pasos, como si su valor flaqueara en el último momento. Sin embargo, debo reconocérselo, tras asentir como para sí mismo, me siguió al interior. Era un buen tío.
Alain tecleaba furiosamente en un rincón, sin alzar la vista en ningún momento.
No había nada en su aspecto que pareciera fuera de lugar... al menos para nadie que lo conociera un poco. Yo pude ver que estaba delgado, más pálido de lo habitual, que tenía un gesto desagradable, amargo, en la boca. 
-Coge todas tus cosas, nos vamos.
Dio un respingo en su silla al escuchar mi voz. Sus ojos se abrieron de la impresión, y luego miraron tras de mí, como buscando al ogro del cuento.
-Vete, por favor, tengo trabajo que hacer.
Sentí que la furia me invadía. Habían sido demasiados días tratando de controlar mis impulsos, y eso no es bueno... para cuando me di cuenta, le había girado la cara de un tortazo.
Me miró con sorpresa, tocándose la cara.
-Mueve el culo de esa silla ahora mismo o te juro que te dejo aquí para siempre. Y te aseguro que jamás, jamás de los jamases, volveré a pensar en ese estúpido secretario francés al que conocí una vez.
-Prometí quedarme -respondió, tomando mi mano, que se había vuelto a levantar como para repetir la jugada.
-Hay algunas promesas que no se hacen con la intención de cumplirlas, maldita sea. Si es por lo que dijo esa bruja sobre mi carrera, es absurdo. Nunca he pretendido ganarme la vida con esto. Aunque si realmente quieres quedarte... -a esas alturas yo no sabía si estaba furiosa, triste o tan nerviosa que no sabía lo que decía.
-Daos prisa -apremió Lorito desde la puerta, donde se había colocado para vigilar que no hubiera moros en la costa.
Alain se levantó por fin. Fue entonces cuando escuché el tintineo de la cadena. La muy hija de piiii tenía atado a mi secretario al escritorio. Sentí que la furia me invadía. 
Noté que pasaba suavemente los dedos por mis nudillos, tratando de relajar mi mano, que se había convertido en un puño.
-Yo ya me había resignado a mi destino.
Fruncí el ceño.
-Déjate de "caballerismos". Rompamos ese armatoste y ven con nosotros.
Alain carraspeó.
-Esa palabra te la acabas de inventar.
No pude evitar sonreír. Ni en esas circunstancias podía evitar corregirme. Igual debería molestarme, pero en ese momento no lo hizo.
-Necesito mucha ayuda con el vocabulario.
Giró la cabeza hacia un lado, entrecerró los ojos levemente y frunció un poco los labios. Estaba pensando. 
-¡Ya viene! -gimió Lorito, a un paso de un ataque de pánico. 
Nuestra charla intrascendente había hecho que perdiéramos toda la ventaja que teníamos. Yo sentí deseos de volver a arrearle a Alain, porque no creía que necesitara pensarse algo así.
Un canturreo desafinado nos llegó desde el pasillo, anunciando el Apocalipsis. Miré a Alain, él me miró a mí, sonriendo levemente y de forma enigmática. De pronto me apartó a un lado, con delicadeza, eso sí, y dio un tirón a la cadena, arrancándola de su anclaje. Se la enrolló en la muñeca mientras yo me preguntaba cómo podía haberlo hecho con tanta facilidad.
Mi archi, envuelta en una toalla que, por desgracia, no acababa de cubrir todas sus carnes, se detuvo en la puerta y contempló la escena, sorprendida, al menos durante unos segundos. Luego, como siempre, esa sonrisa sabihonda y puñetera se adueñó de su rostro.
-Largaos, mi francesito y yo tenemos... cosas... pendientes -dijo, pasándose la lengua por los labios mientras miraba a Alain.
La cadena crujió a mis espaldas y yo me giré para mirar a Alain. Una vez tomada la decisión de acompañarnos (creo), estaba más tranquilo. Tanto, que empecé a preocuparme. Por primera vez me pregunté en serio qué le había hecho esa mujer para conseguir tal sumisión.
Un gemido volvió a atraer mi atención hacia el frente. Mi archi se había acercado a Lorito y le estaba... tocando. Con solo eso, él ya había caído al suelo hecho una bola. Me había quedado sin ayudante, aunque reconocía  que sin él no habría llegado hasta allí.
-Déjale, maldita seas.
Mi archi se giró al fin hacia mí. Sin maquillaje y con esas pintas, daba más miedo que nunca, que ya es decir.
-¿Vas a pelear conmigo por mi croasancito?
Cruzó los brazos sobre el pecho y me miró desde la ventaja de su altura y su peso. A su lado, yo era un comino. Sin embargo, alcé los puños y apreté los dientes.
-En garde, bruja asquerosa!!




domingo, 22 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 18: ¡¡YA!!

Siempre se dice que son más duros los preparativos que lo que vayas a hacer en sí... y si tanto se dice es  porque es cierto. Y si no, que me lo digan a mí.
Disimular que llevas una vida normal y corriente mientras estás preparando el asalto a la vivienda de una de las autoras más famosas del país para rescatar a tu secretario, no es fácil. Y no es fácil porque ella me esperaba en cualquier momento, así que yo tenía que hacer una actuación digna de un Oscar a la mejor actriz para fingir que no estaba haciendo ningún preparativo. 
En definitiva, ella me vigilaba, yo la vigilaba, y las dos nos mirábamos en la distancia como dos duelistas antes de enfrentarse a primera sangre.
Gracias a la colaboración de Lorito, conocía de primera mano la agenda de mi archi. Sabía a qué hora entraba, a qué hora salía e incluso a qué hora hacía popó. Yo le agradecía mucho que me diera tantos detalles, pero creo que ciertas cosas se las podría haber guardado.
-No entiendes que cualquier cosa puede ser importante a la hora de planear una estrategia de ataque -lo dijo como si fuera Rambo preparando un ataque a los amarillos. Francamente, empezaba a darme miedo.
-Vale, valeeee -respondí, no demasiado convencida de que saber su hora de ir al baño fuera a sernos de utilidad.
Tenía un enorme esquema, más o menos como los de las novelas, con todos los detalles de una semana de la vida de mi archi escritos. Yo sabía que, si lo estudiaba con atención, el momento me saltaría a los ojos cual gota de zumo cuando aprietas un limón.
Vi que hacía gimnasia, pilates y varios tipos de ejercicios distintos, lo que yo no veía que le sirviera de nada para mantener la forma... claro que era un secreto a voces que, en cuanto salía de allí, iba a cualquier pastelería para inflarse a bollos. Pensé que su hora de gimnasio era un buen momento...
-Ni hablar, a veces sale a media clase con la excusa de que le dan hipoglucemias. Se te presenta en casa para ver si te pilla vagueando o para... -se calló de pronto y palideció.
Carraspeé y respeté su silencio. 
Seguí estudiando el esquema. Horas de estudio en la biblioteca. Imposible, seguro que se llevaba a Alain con ella... Compras cada día por la tarde.
-Usa a sus secretarios de porteadores -me leyó nuevamente Lorito el pensamiento.
Pensé y pensé. No había tiempo posible. Solo por la noche había horas suficientes, pero durante la noche, ¿no estaría Alain en su...? Prefería no pensarlo. Yo quería entrar en un momento en que ella no estuviera presente, a ser posible. No quería que hubiera heridos.
-Deja de darle vueltas -dijo Lorito con voz grave, interrumpiendo el ruido de los engranajes de mi cerebro-. Solo hay un momento posible y tú lo sabes...
Fruncí el ceño, mirando el esquema. Esperaba que cualquier otra situación se desvelara como por arte de magia, pero eso no iba a suceder, claro. Esas cosas no suceden en la vida real.
-De acuerdo. Será mejor que duermas bien esta noche, Lorito, porque lo haremos mañana. No tiene sentido esperar más.
Lo que no dije era que temía lo que podía encontrarme si esperaba más tiempo.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 17: PREPARADOS, LISTOS...

Como es obvio, no podía lanzarme tras ellos.
Seguro que eso es lo que ella esperaba, porque es lo que hubiera hecho en otras ocasiones, tirarme sobre ella para sacarle los ojos por robarme a mi secretario. Después me hubiera tirado encima de Alain para darle dos tortas por ser tan bobo, claro.
El caso es que decidí esperar, dejar que se confiara, que bajara la guardia.
Sabía que si esperaba mucho, podría ser demasiado tarde para él cuando al fin llegara la caballería, pero tendría que arriesgarme. Además, Alain lo había soportado la otra vez, me decía a mí misma para tratar de tranquilizarme, era un tío duro (todo lo duro que podía serlo un melindroso francesito tiquismiquis). Si había aguantado trabajando con tantas autoras de romántica (y conmigo, que soy desquiciante), es que tenía agallas... 
-Aguantará, solo unos días más, no es tanto tiempo, ¿verdad?
-No, no aguantará.
Levanté la vista y miré a mi alrededor. Había creído que estaba sola y había estado despachándome a gusto tanto con mi archi como con el lelo de Alain. Pegué un bote al descubrir a Lorito encogido en un rincón. Tenía un aspecto terrible. De pronto recordé que yo le había dejado en mi casa después de "interrogarle", sin importarme quién llegara después. Al parecer, la que había llegado después le había dejado para el arrastre. Me acerqué a él, pero Lorito se encogió al ver que levantaba una mano para ayudarle.
-No voy a hacerte daño -dije.
-Eso decís todas -respondió con voz temblorosa, encogiéndose sobre sí mismo.
-Siento mucho lo que te hice, pero necesitaba...
El rostro ceniciento de Lorito emergió de entre sus ropas mugrientas. Sus ojos de ave brillaban con lágrimas no derramadas.
-No lo dices en serio.
Me sentí fatal. La verdad era que tenía razón. Si tuviera que volver a hacerlo, lo haría, y él lo sabía.
-No, no lo digo en serio. Pero lo que sí es cierto es que te ofrezco vendetta. Yo sola no puedo conseguirlo y tú eres una mina de información. Ayúdame.
Él inclinó la cabeza hacia un lado, frunció los labios y entrecerró los ojos. Imitando a Alain era un desastre, pero no creo que se diera cuenta siquiera de lo que estaba haciendo.
-¿Me pagarás dos pagas extras, más las vacaciones, como si hubiera trabajado todo el año?
Suspiré. Era un maldito capullo chantajista, pero se lo perdoné porque había sufrido mucho.
-Hasta te compraré un poco de alpiste si todo sale bien.
-Lo quiero por adelantado -era un duro negociador.
No tuve más remedio que asentir.
-¿Socios? -preguntó, alzando una mano que pretendía que yo le estrechara.
-Ni de coña -respondí, ayudándole a levantarse.
No puedo decir que sea la persona ideal que yo hubiera escogido para ir a rescatar a nadie, pero al menos ya no estoy sola. Y Lorito será fiel, por algo le pago. Aunque tampoco podemos menospreciar el poder del sabor de la venganza... dulce, dulce venganza...

domingo, 15 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 16: LA ELECCIÓN

Nos quedamos paralizados mirándola, preguntándonos cuánto había escuchado, al menos yo, que me había quedado en lo de que no tenía corazón.
Vi que Alain había palidecido, pero no demostró temor, teniendo en cuenta lo que todos sabíamos que le había hecho esa mujer.
Mi archi miró su mano, que todavía seguía en mi brazo, y él, muy valiente (o muy tonto) la dejó allí. No sé si para protegerme, porque necesitaba apoyo o por dar por saco a mi archi, que todo es posible.
-Hoy no me voy a portar demasiado mal -comenzó ella con una sonrisa, lo cual ya debería habernos empezado a preocupar-. Os daré a elegir: él se viene conmigo sin decir "este croissant es mío" y yo no destrozaré tu pésima carrera literaria. Porque, querida mía, eres maja y no lo haces mal del todo, pero yo puedo hundirte con un solo estornudo, y lo sabes.
Pude notar que la mano de Alain se soltaba poco a poco hasta que al fin cayó junto a la mía. Sus dedos me rozaron cuando pasó a mi lado. No digo que lo hiciera a propósito, pero me sonó a despedida.
-Ehhhh, un momento, tíaaaa...
Mi archi, que había sacado una cadenita dorada del bolso y se la estaba poniendo en el cuello a Alain, que en ningún momento volvió a mirarme y que ni siquiera rechistaba. Para eso estaba yo.
-Él no ha elegido, ni yo tampoco. Alain puede ser un pánfilo, pero yo no voy a permitir que te lo lleves así como así, como si fuera un perrito.
Ella rió.
-No te das cuenta, pero la elección ya está hecha.
Y al parecer, así era, porque antes de darme cuenta se habían ido y me habían dejado sola y con cara de lerda.
Alain había vuelto con mi archi, sabiendo que le iba a explotar, acosar, sobar, chupar la sangre, y a saber qué más, solo para salvar mi carrera... ¡¡¡EL MUY IDIOTA!!!

Nota mental: diréis que fue un detalle muy bonito por su parte, que no tengo ningún motivo para estar enfadada... pero pensadlo bien: aquí hubiéramos sido dos contra ella, y ahora estoy yo sola para salvarle de las garras de la bruja. Francamente, empiezo a dudar que merezca la pena tanto esfuerzo...

viernes, 13 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 15: SIN CORAZÓN

Me encontraba ante la puerta del piso franco donde se había escondido Alain (no voy a decir la dirección, porque seguro que alguna se presenta por aquí a echar un ojo). Cuando llamé a la puerta usando el código que Lorito me había cantado, él tardó varios minutos en abrir. En parte porque tenía que abrir las docenas de candados que cerraban la puerta y en parte porque sabía que era yo. No dudo ni por un instante que él sabía que yo iba a ir. Y sin embargo, me había esperado. Debería estar emocionada. Pero no... Tenía tal cabreo que hasta me salía humo de las orejas. Igual Alain debería mantener esos candados echados, porque tenía ganas de estrangularle. Jamás podría perdonarle que no me lo hubiera dicho.
Él no sonrió cuando al fin logró desatrancar. No era propio de él. Se limitó a saludar con la cabeza y a hacerse a un lado para dejarme pasar. Seguro que había notado que yo no estaba de buen humor, precisamente.
-Coge todas tus cosas. Si me lo dijo a mí, seguro que ella se lo saca también. No me mires así, lo sé todo, o casi.
No sé si se tragó mi farol, porque yo solo sabía una parte de la historia, aunque me bastaba y me sobraba, pero el caso es que no se movió del sitio. Cruzó los brazos y me miró desde su considerable altura (aunque a mi lado cualquiera es alto). Entrecerró los ojos, como solía hacer, frunciendo los labios como le encantaba hacer.
-¿A qué has venido exactamente?
-He venido a avisarte de que...
Alain negó con la cabeza.
-No. Si fuera por eso, podrías haberle dicho a Lorito que me diera el mensaje, pero has venido tú a decírmelo en persona. Teniendo en cuenta que me echaste de una patada en el... bueno, que me echaste de tu casa, entenderás que me parezca extraño.
Casi se me escapó una risita al ver cómo evitaba decir un taco, aunque fuera algo tan flojo como culo. Era tan mono. ¡No, mono no! ¡Yo estaba enfadada con él!
-Y por cierto -añadió-, no me ha llegado el cheque con el finiquito.
-¡Serás idiota! ¿Cómo te lo voy a mandar si no sabía dónde estabas? Y por cierto... -dije con retintín-, que sepas que si me lo hubieras dicho desde el principio, podría haberte ayudado.
Alain se sonrojó como nunca le había visto hacerlo. 
-¿Y cómo sabía que podía fiarme? Todas sois iguales al principio, distantes, amables, y luego... A ti te elegí porque parecías diferente, tienes fama de no tener corazón. Y, sin embargo...
Siguió hablando, supongo, pero no escuché nada más. Contaría que se había empleado con otras de las que se había fiado y habían terminado sobándole, pidiéndole algo más, arrinconándole contra las esquinas e incluso infiltrándose en su cama... hasta terminar con mi archi, que había hecho todo eso, si no más. Alain había tenido que huir de ella para que no le chupara la sangre como una mantis.
-¿Has dicho que no tengo corazón? ¿HAS DICHO QUE-NO-TENGO-CO-RA-ZÓN?
Empecé a hiperventilar y lo veía todo rojo ante mí, como un toro salvaje. 
-¡Si no tengo corazón, qué diablos hago aquí, salvándote de esa vieja bruja gorda y loca!
-Arwen...
-¡Calla! Si no tengo corazón, ¿por qué diablos he estado a punto de torturar a Lorito para que me dijera dónde estás?
-Arwen...
-¡Que te calles! Si no tengo corazón, ¿por qué narices tengo ganas de matarte ahora mismo? ¿O de borrarte esa sonrisa de la cara? ¡Oh, maldito seas! ¡¡¡Tú nunca sonríes!!!
-No has escuchado ni la mitad de lo que he dicho, ¿verdad?
-Ni lo he hecho, ni me interesa. Solo quiero largarme de aquí. Y si tú fueras tan listo como pareces, te largarías también ahora mismo, porque seguro que ella viene hacia aquí.
Yo me giré para marcharme, pero él me retuvo sujetándome por la muñeca.
-Arwen, por favor...
Un carraspeo grave y aguardentoso hizo que los dos nos diéramos cuenta de pronto de que no estábamos a solas.
-Suelta a mi francesito ahora mismo, escoba pelirroja, o esta vieja bruja gorda y loca te hará puré...



miércoles, 11 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 14: HABLA, LORITOOOOO

El pobre no adivinó en ningún momento lo que se avecinaba, en el fondo era tan inocente, la criatura...
Estaba ahí, corrigiendo mientras canturreaba una canción de Lady Gaga y hasta movía el culete en la silla al ritmo de la diva. Era gracioso, pero no llevaba ni dos días aquí y ya me tenía la cabeza como un bombo.
Además, yo estaba convencida de que sabía algo y no quería decírmelo. Que yo lo entendía, en parte, pero cuando quieres saber algo y el que lo sabe no te lo quiere decir, pues como que no soportas verle cada día, canturreando y moviendo el culete.
-Oye, Lorito -le dije, llamándole simpática, decidida a saber la verdad-, cuéntame qué has hecho antes de llegar aquí, majete.
Le vi poner una cara de felicidad que ni que le hubieran dado entradas VIP para ir a ver a su ídola. Poco le faltó para achucharme y sacar las madejas y las agujas de tejer. En el fondo, todos tenemos una maruja cotilla en nuestro interior.
Se tiró como tres horas contándome con pelos y señales todo lo que había hecho hasta llegar a la silla en la que estaba sentado, aunque yo pude notar que hubo una parte oscura en su relato. Intuición de pelirroja. Había habido una jefa de la que no había hablado tanto como de las demás y había pasado casi de puntillas por esa parte, cosa rara en Lorito, que me había dicho de todo de todas y cada una de sus anteriores jefas.
-¡Qué vida tan interesante, chico! -exclamé-. Y dime, ¿cómo os enteráis de cuándo está un puesto vacante o de que alguien ha dejado el trabajo, por ejemplo?
No sé cómo no lo vio venir, pero ya digo que es un inocente (por no decir algo lelo).
-Por la BDAC, o sea, la Base de Datos de Autoras del Corazón. En cuanto alguien se entera de algo, tiene obligación de comunicarlo, cuando te despiden, cuando sufres un percance... Así es cómo todo el mundo se enteró de lo de Al... ¡¡¡¡ehhhhh!!!!
Vale, lo reconozco, tenía que haber disimulado un poco más, pero no pude evitarlo. Me lancé a su cuello. Le tenía contra el suelo, yo sentada sobre él, el pobre Lorito mirándome como si estuviera loca, y yo respirando sobre él como una maníaca. También es cierto que él era como el doble de grande que yo y hubiera podido quitárseme de encima de un soplido, pero estaba tan alucinado que solo podía mirarme con los ojos como platos.
-Habla, Lorito, quiero saberlo todo -dije entre los dientes apretados-. ¿Qué le ocurrió? Y sobre todo, dónde está, porque algo me dice que tú lo sabes...
Se puso blanco como el papel, tal vez porque yo sonreía y mi sonrisa no era demasiado amable. 
Tras semanas de incertidumbre, al fin me enteré de lo que ocurría, no de todo, pero al menos de parte, y en cuanto encuentre a Alain, ahora que sé dónde buscarle, sabré el resto. 
Y me las pagará por no habérmelo dicho desde el principio. El muy idiota...

domingo, 8 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 13: EL NUEVO

La vida pasa, es duro, pero cierto.
Yo necesitaba a alguien que me ayudara, así que tuve que contratar a otra persona. Esta vez no me arriesgué y elegí al que, por las notas que tenía en los currículums, consideré el más indicado. En su momento escribí 8/10, así que debía ser bueno, aunque había puesto, ahí, en letra pequeñita, "habla demasiado". No lo consideré importante en su momento, porque el siguiente en entrar fue Alain y ya no volví a pensar en él.
Cuando lo llamé, no pasaron ni 10 minutos y ya estaba aquí.
-Señorita Grey, no sabe qué placer es para mí que me haya llamado. ¿Puedo llamarla Arwen, verdad, Arwen? Me encantas, sinceramente, creo que eres la mejor de todas con las que he trabajado, ¡¡la mejor!! Entiendo que te critiquen por ahí por tu estilo fresco, pero yo creo que eres es-pec-ta-cu-laaaarrrrr... 
Levanté una mano para acallarle. Ahora entendí lo de "habla demasiado". Pero yo no estaba como para andarme con remilgos. Necesitaba a alguien y lo necesitaba ya. Él se dedicaría al trabajo y yo me dedicaría a... 
Vale, lo reconozco. Necesitaba tiempo para buscar a Alain.
Durante días había estado dándole vueltas al asunto y estaba convencida de que Alain huía, efectivamente, pero no sabía de qué. Lo malo era que no había modo de averiguarlo, visto que no había dejado ninguna pista tras de sí. Ni siquiera sabía cual era la marca de café que tomaba. Desde luego, era mejor borrando sus huellas que el famoso agente Bourne.
-Es una lástima que no haya funcionado lo del francesito -dijo el loro de pronto (perdonadme que le llame así, pero es que en parte quiero guardar su anonimato, y por otra, yo hasta veía un pajarraco parlanchín al mirarle)-. Todo el mundo sabe que es algo rarito, pero también es cierto que después de lo que le pasó con Ella, que es una auténtica víbora, es comprensible que pierda el culo en cuanto se vea en peligro de...
¿Qué vería el muy mamón en mi cara para callarse? Para una vez que le hubiera agradecido que cantara hasta la Traviata, el muy capullo se puso a trabajar y no volvió a abrir el pico en toda la tarde.
Al menos llegué a una conclusión: algo le había pasado con una mujer... ¡¡y yo creo saber quién es!!
Una oleada de energía me inundó de pronto. El lorito parecía saber algo y yo iba a averiguarlo...

miércoles, 4 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 12: SIN RASTRO

Después de la llamada de mi Archi, me quedé un poco patidifusa.
Reconozco que tras la primera reacción piiiiii no supe qué hacer. Pero luego mis neuronas empezaron a funcionar. Y algunas incluso generaron alguna idea aprovechable:
1) ¿Cómo sabía mi Archi lo que yo le había dicho a Alain? ¿Se lo había dicho él? ¿Si era así, como es que no sabía dónde estaba?
2) Si Alain no ha vuelto con ella, teniendo en cuenta que se supone que ella le había mandado, ¿dónde está Alain?
3) ¿Por qué narices me tengo que preocupar? ¡Ya es mayorcito!
4) Ay, madre, a ver si esta asquerosa me ha puesto micros en casa y escucha todo lo que digo... con la manía que yo tengo de hablar en voz alta y cagarme en ella.

Yo no quería preocuparme, pero es que no podía evitarlo.
¿Os ha pasado alguna vez eso de que te repites una y otra vez: olvídalo, olvídalo, olvíiiidaaaaloooo, y cuanto más lo piensas, menos olvidas? Pues eso es lo que me pasa a mí, que de pronto me volví paranoica.
Saqué la pila de currículums que me habían entregado el día que hice las entrevistas de trabajo y busqué el suyo. cuando leí los datos, me sorprendí de la numerosa de información que había dado acerca de la gran cantidad de puestos que había desempeñado, incluso vi ahí, camuflado entre siglas, que había currado para mi Archi. Después de todo, no me había mentido... del todo. Pero lo que sí no había era información personal: ni dirección, ni teléfono, ni nada aparte de un email que yo sabía que solo usaba para el trabajo. Recordé que nunca hablaba de su vida, de sus gustos ni de nada personal. Lo único que sabía de Alain Panphile, si es que realmente se llamaba así, era que le gustaba el café, que no le gustaban mis libros y... ¿y?
Me recosté en mi silla y apreté los labios. ¿Por qué no sabía nada de él? ¿Acaso era un agente de la CIA, estaba en el programa de protección de testigos? Creo que veo demasiado la tele, porque francamente empecé a obsesionarme con la idea de que algo muy malo estaba ocurriendo delante de mis narices y yo no me había enterado.
De pronto me vino a la memoria su mirada cuando pronunció mi nombre, aquella única vez. Había sido un grito de auxilio y yo no había sabido comprenderlo.
-¡Oh, mierda! -suspiré al darme cuenta de que no tenía más remedio que buscarle para preguntarle si necesitaba ayuda.
Aquello no había hecho más que empezar.

Nota mental: que conste que si le busco es para que me corrija el manuscrito de George y Soline y le ponga título, que esas cosas se me dan fatal...

domingo, 1 de septiembre de 2013

EL SECRETARIO 11: I FEEL GOOD...

Me siento de maravilla.
Nunca me había sentido mejor.
Ojalá no tuviera que levantarme del sofá para coger el mando a distancia. O a recoger la mantita, que se me ha caído y está muy lejos, ahí en el suelo.
Algo me dice que debería estar haciendo algo útil, como trabajar, no sé...
Terminé el primer borrador de George y Soline (ya sabéis lo mal que se me dan los títulos, Alain es el que los ponía...) y debería ponerme a corregirlo, pero es que esas cosas se le daban mejor a... ¡NO! No pienses en ese perro traidor... Así se lo coman las hienas en ese pútrido rincón adonde haya ido a parar, el muy. O menor todavía: ojalá mi Archi lo devore cual mantis, pero despacito, con dolor, con mucho dolor.
Cierro los ojos y trato de concentrarme en algo que me lo quite de la cabeza, pero lo que suele funcionar es cantar Supercalifragilisticoespialidoso... y ya sabéis que eso me trae aciagos recuerdos. 
¡Joer, es que todo en esta casa me recuerda a ese franchute estirado o qué!
¡Cualquiera diría que es imprescindible o algo!

De algún modo consigo tirarme del sofá y llegar a la cocina para prepararme un té. Me sale fatal, porque he perdido la práctica. Claro... como últimamente todos me los hacía Alain.
-Alain, Alain, Alain -gruño para mí mientras soplo el té hirviendo y bastante repugnante.
El sonido del teléfono me hace gruñir todavía más, porque moverme me cuesta un mundo.
Cuando llego hasta él, la cabeza va a estallarme. Casi suelto el auricular como si tuviese la peste cuando escucho la voz de quien llama.
-Maldita loca pelirroja, ¿qué narices has hecho con mi petit cruasán?
Suspiro con las pocas fuerzas que me quedan y respondo, harta de todo. Lo último que me faltaba para rematar el día era tener que aguantar a mi Archi dándome la vara.
-¿Devolvértelo? -respondo con toda la ironía de la que soy capaz.
No parece hacerle mucha gracia lo que digo, porque casi la oigo bufar al otro lado de la línea.
-Ha desaparecido sin dejar rastro y es por tu culpa, maldita majareta. ¿Cómo se te ocurrió decirle que yo le mandaba? Si le pasa algo será por tu culpa -lloriquea.
Cuando cuelga, ya estoy tan alucinada que no puedo ni responderle que se vaya a tomar viento.
Vuelvo a sentarme, derramándome el té por encima y quemándome las piernas. 
Grito, pero no sé si es por la quemadura o porque al fin las palabras de esa maldita piiiiiii han llegado a mi atontado cerebro. 
-Será piiiiiiiii, la muy piiiiiiii. ¡Yo la mato! ¡LA MATOOOOO!