Como es obvio, no podía lanzarme tras ellos.
Seguro que eso es lo que ella esperaba, porque es lo que hubiera hecho en otras ocasiones, tirarme sobre ella para sacarle los ojos por robarme a mi secretario. Después me hubiera tirado encima de Alain para darle dos tortas por ser tan bobo, claro.
El caso es que decidí esperar, dejar que se confiara, que bajara la guardia.
Sabía que si esperaba mucho, podría ser demasiado tarde para él cuando al fin llegara la caballería, pero tendría que arriesgarme. Además, Alain lo había soportado la otra vez, me decía a mí misma para tratar de tranquilizarme, era un tío duro (todo lo duro que podía serlo un melindroso francesito tiquismiquis). Si había aguantado trabajando con tantas autoras de romántica (y conmigo, que soy desquiciante), es que tenía agallas...
-Aguantará, solo unos días más, no es tanto tiempo, ¿verdad?
-No, no aguantará.
Levanté la vista y miré a mi alrededor. Había creído que estaba sola y había estado despachándome a gusto tanto con mi archi como con el lelo de Alain. Pegué un bote al descubrir a Lorito encogido en un rincón. Tenía un aspecto terrible. De pronto recordé que yo le había dejado en mi casa después de "interrogarle", sin importarme quién llegara después. Al parecer, la que había llegado después le había dejado para el arrastre. Me acerqué a él, pero Lorito se encogió al ver que levantaba una mano para ayudarle.
-No voy a hacerte daño -dije.
-Eso decís todas -respondió con voz temblorosa, encogiéndose sobre sí mismo.
-Siento mucho lo que te hice, pero necesitaba...
El rostro ceniciento de Lorito emergió de entre sus ropas mugrientas. Sus ojos de ave brillaban con lágrimas no derramadas.
-No lo dices en serio.
Me sentí fatal. La verdad era que tenía razón. Si tuviera que volver a hacerlo, lo haría, y él lo sabía.
-No, no lo digo en serio. Pero lo que sí es cierto es que te ofrezco vendetta. Yo sola no puedo conseguirlo y tú eres una mina de información. Ayúdame.
Él inclinó la cabeza hacia un lado, frunció los labios y entrecerró los ojos. Imitando a Alain era un desastre, pero no creo que se diera cuenta siquiera de lo que estaba haciendo.
-¿Me pagarás dos pagas extras, más las vacaciones, como si hubiera trabajado todo el año?
Suspiré. Era un maldito capullo chantajista, pero se lo perdoné porque había sufrido mucho.
-Hasta te compraré un poco de alpiste si todo sale bien.
-Lo quiero por adelantado -era un duro negociador.
No tuve más remedio que asentir.
-¿Socios? -preguntó, alzando una mano que pretendía que yo le estrechara.
-Ni de coña -respondí, ayudándole a levantarse.
No puedo decir que sea la persona ideal que yo hubiera escogido para ir a rescatar a nadie, pero al menos ya no estoy sola. Y Lorito será fiel, por algo le pago. Aunque tampoco podemos menospreciar el poder del sabor de la venganza... dulce, dulce venganza...
Arráncale los ojos a tu archi, y las manos también, y la lengua... que no pueda ver, ni escribir, ni siquiera al dictado. Joder, que agresividad tengo...
ResponderEliminarNo sabes cómo te entiendo jajaja
EliminarHola linda!
ResponderEliminarPobre Lorito, en serio, las escritoras de romántica son de temer.
Sigo!