Nunca me había sentido mejor.
Ojalá no tuviera que levantarme del sofá para coger el mando a distancia. O a recoger la mantita, que se me ha caído y está muy lejos, ahí en el suelo.
Algo me dice que debería estar haciendo algo útil, como trabajar, no sé...
Terminé el primer borrador de George y Soline (ya sabéis lo mal que se me dan los títulos, Alain es el que los ponía...) y debería ponerme a corregirlo, pero es que esas cosas se le daban mejor a... ¡NO! No pienses en ese perro traidor... Así se lo coman las hienas en ese pútrido rincón adonde haya ido a parar, el muy. O menor todavía: ojalá mi Archi lo devore cual mantis, pero despacito, con dolor, con mucho dolor.
Cierro los ojos y trato de concentrarme en algo que me lo quite de la cabeza, pero lo que suele funcionar es cantar Supercalifragilisticoespialidoso... y ya sabéis que eso me trae aciagos recuerdos.
¡Joer, es que todo en esta casa me recuerda a ese franchute estirado o qué!
¡Cualquiera diría que es imprescindible o algo!
De algún modo consigo tirarme del sofá y llegar a la cocina para prepararme un té. Me sale fatal, porque he perdido la práctica. Claro... como últimamente todos me los hacía Alain.
-Alain, Alain, Alain -gruño para mí mientras soplo el té hirviendo y bastante repugnante.
El sonido del teléfono me hace gruñir todavía más, porque moverme me cuesta un mundo.
Cuando llego hasta él, la cabeza va a estallarme. Casi suelto el auricular como si tuviese la peste cuando escucho la voz de quien llama.
-Maldita loca pelirroja, ¿qué narices has hecho con mi petit cruasán?
Suspiro con las pocas fuerzas que me quedan y respondo, harta de todo. Lo último que me faltaba para rematar el día era tener que aguantar a mi Archi dándome la vara.
-¿Devolvértelo? -respondo con toda la ironía de la que soy capaz.
No parece hacerle mucha gracia lo que digo, porque casi la oigo bufar al otro lado de la línea.
-Ha desaparecido sin dejar rastro y es por tu culpa, maldita majareta. ¿Cómo se te ocurrió decirle que yo le mandaba? Si le pasa algo será por tu culpa -lloriquea.
Cuando cuelga, ya estoy tan alucinada que no puedo ni responderle que se vaya a tomar viento.
Vuelvo a sentarme, derramándome el té por encima y quemándome las piernas.
Grito, pero no sé si es por la quemadura o porque al fin las palabras de esa maldita piiiiiii han llegado a mi atontado cerebro.
-Será piiiiiiiii, la muy piiiiiiii. ¡Yo la mato! ¡LA MATOOOOO!
Uyuyuyuyuy... Me dejas ahora con la duda... A ver si nos hemos equivocado con Alain...
ResponderEliminarYo no digo nada... vivo sin vivir en mí!!!
ResponderEliminarPiiii, piiii, piiiiiiiiiii
ResponderEliminar