viernes, 1 de julio de 2016

EL SECRETARIO 3-7: PERFECCIONANDO LA PERFECCIÓN MÁS PERFECTA

Yo no echaba nada de menos a… en fin… que no le echaba de menos. Siento tener que insistir en esto, pero igual no lo pilláis. Yo no le echaba de menos y punto (ceja enarcada para enfatizar mis palabras).
Pero había un asuntillo… Sí, había algo para lo que ese pedante francés de trasero perfecto sí era necesario (no, no he dicho trasero, no echo de menos su trasero ni parte alguna de su anatomía, desfilando por mi pasillo, moviéndose con su caminar tranquilo, enfundado en unos pantalones ceñidos. NOOOOO).
Corrección. La palabra más cortarrollos de la historia. El término que quita de la cabeza al instante cualquier interés romántico o erótico (y hasta borra de mi cabeza cualquier imagen de traseros, por perfectos que sean).
Corrección.
Porque, vale, yo puedo escribir, pero odio corregir. Lo odio a muerte. Y a ese cretino le encargaba mis marrones con todo el cariño del mundo (cuando le quería). Pero ahora, ¿quién iba a corregir mis adorados engendros?
Y no vale decir: pero si tienes otros secretario, se llama Lorito.
Lorito, secretario y corregir son términos excluyentes entre sí. Si todavía sigue aquí es porque no consigo que se largue.
Contratar a otro secretario, vistos mis antecedentes, quedaba descartado, así que me vi obligada a tomar una de esas terribles decisiones que cambian una vida, a veces incluso para bien: hacerlo por mí misma, e incluso aprender a hacerlo bien.
Así que me apunté a un curso de escritura creativa (sí, podéis reíros a gusto).


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todos los comentarios del blog están moderados. Recuerda que la paciencia es una virtud.