Estimada señora:
Por medio de esta misiva, le anuncio mi deseo de
renunciar al puesto de secretario. Mi renuncia será efectiva desde el momento
en que la reciba.
Usted y yo sabemos que, aunque ha sido difícil, ya no le
queda nada que aprender de mí y que se basta sola. Le agradezco la oportunidad
de haber podido trabajar junto a usted durante este tiempo y le deseo mucha
suerte y éxito en su andadura futura.
Atentamente,
Alain Panphile
Miré la
carta como si el papel fuera a echar a andar en cualquier momento. Desde luego,
eso no me sorprendería más que lo que acababa de ver escrito, con aquella letra
tan impoluta y formal.
¿Qué diablos
era aquello? ¿Una broma? Porque no podía ser cierto. Alain no podía estar
despidiéndose de mí. Es más, no podía estar RENUNCIANDO. No así, por la
criminal, sin ser capaz siquiera de hacerlo en persona. Y esas cosas que había
escrito… no tenía nada más que enseñarme. Claro que no, pero eso no quería
decir que tuviera que marcharse. Lo nuestro nunca había sido una relación de
alumna y maestro. Él había aprendido tanto de mí como al revés. Casi parecía
como si hubiera escogido cada palabra para conseguir que la despedida sonara a
definitiva.
Pensé que
eso no era posible, pero luego recordé sus antecedentes, las otras veces que
había desaparecido del mismo modo y comprendí que sí lo era.
¿O no?
Las veces
anteriores Alain no se había ido por voluntad propia. Siempre había habido un
motivo. Y ese motivo tenía nombre y apellido. Y un culo y un ego que no
entraban por la puerta.
Esa… cerda…
llevaba amenazando meses con lograr que Alain volviera con ella y tal vez había
conseguido engañarle de algún modo.
Todos
sabemos que Alain es un poco tontico en ocasiones, que su primer reflejo es
aceptar las órdenes de cualquiera que tenga un mínimo de autoridad, aunque esa
persona sea una repugnante bruja con escaso talento.
Más
tranquila, dejé la carta a un lado y sentí que una especie de calma guerrera se
instalaba en mi interior.
Alexia
Guipur era un enemigo conocido y, como tal, sabía enfrentarme a ella. Desde
luego, era mejor eso que la otra opción. De solo pensar que Alain se había ido
sin más…
Pero no, eso
era imposible, impensable, ¡inenarrable!
Yo era su
jefa favorita, la persona que le había liberado de la esclavitud, la que le
había golpeado con la grapadora en su dura mollera y enseñado a tener un
carácter.
Se suponía
que me quería…
Antes de que
la angustia volviera a embargarme, decidí hacer algo útil.
Me vestí y
decidí hacerle una visita sorpresa a Alexia (aunque no sería tan sorpresa si
Alain estaba allí, claro). Hasta alguien con tan pocas luces como ella, como no
fuera para joderle la vida a cualquiera mientras lo pasaba bien, se daría
cuenta de que no me iba a quedar tan tranquila mientras intentaba robarme a mi
secretario… otra vez.
Hay gente
que no aprende las lecciones que le da la vida, pero esta vez me iba a encargar
de tatuársela a fuego… o con la punta de mi cuchillo favorito.
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