sábado, 1 de marzo de 2014

EL SECRETARIO: EL VIAJE (IV)

Tembleque de piernas, sudores fríos y calientes, pulso acelerado, tos, lagrimeo de ojos… durante dos minutos eternos pensé que estaba a punto de sufrir un infarto de miocardio, pero no, lo que me ocurría era que estaba alucinando en colores.
-Ya te he hablado de ella varias veces, maman…
Marie Panphile enarcó una ceja y volvió a mirarme o, más bien, clavó su mirada fría y clara en mí como si me hiciera una autopsia con los ojos. Sentí en carne propia el momento exacto en el que decidió que yo no merecía la pena.
-Creía que habías vuelto con Alexia, mon cher.
¿Había esperanza en su voz? ¡Por qué pongo signos de interrogación! Claro que había esperanza en su voz, si hasta había juntado las manos y parecía rezar por que Alain le confirmara la feliz noticia de que había regresado con mi Archi.
Pude ver que Alain apretaba los labios.
-¿Eso es lo que ella dice?
Tras estas palabras, me tomó por el brazo, con una indelicadeza muy impropia de él, y me introdujo en la oscura guarida a la que llamaba hogar materno.
Pude apreciar a simple vista que la foto de la entrada no era la única en la que Alexia aparecía. De hecho, la vieja bruja estaba por todas partes: en el corredor, realizando distintas labores en un huerto, en el salón, sobre la chimenea, sentada en una mecedora, en la cocina, con utensilios de acero en las manos y sonriendo como una maníaca. Tuve miedo de ir al baño por lo que me podía encontrar.
-Alain -dijo madame Panphile, siguiendo nuestros pasos a duras penas-. No puede quedarse aquí. No hay lugar para ella.
Él se detuvo y se giró hacia su madre, arrastrándome a mí de paso. Apretada contra él, asistí a las emociones que recorrían su rostro, hermoso todavía a pesar de la edad. Era evidente a quién había salido Alain, al menos en cuanto a belleza.
-Se quedará donde yo esté.
Marie Panphile no se tomó el desafío demasiado bien. Es más, a juzgar por su expresión, era como si hubiera estado esperando esas palabras. Una sonrisa fría y desasosegante hizo que sus labios se estiraran de modo desagradable. Tuve deseos de escapar, lo reconozco. Esa señora sí que daba miedo.
-Ya veo -dijo, tras unos segundos de silencio. De pronto clavó sus ojos en mí, redondos y penetrantes-. Pero supongo que esta… señorita… entenderá que esto es una casa decente. Tendrá que adaptarse a las normas de la casa.
Debería haberme mordido la lengua, lo sé, pero nunca he sido capaz, y creo que jamás lo seré.
-¿Normas?
No sé cómo ocurrió, pero al poco rato me encontré en una especie de trastero sin ventanas, de dos metros por cuatro, como una caja enorme y oscura, que apestaba a moho, amueblada con un camastro, y varias cajas repletas, que lo hacían todo más angustioso. Como única decoración, más fotos de Alexia, que parecía sonreírme y decirme: “tú te lo has buscado”.
Todavía estaba contemplando mi “dormitorio”, cuando la puerta se cerró detrás de mí, dejándome a solas  y a oscuras en aquel sitio que olía a ratonera. Palpé la pared hasta encontrar el interruptor de la luz. Y al encenderla, deseé no haber salido de mi casa. Justo frente a mi cama había una foto más: Marie Panphile abrazada a mi Archi, que sostenía un premio a la fan más fan del mundo mundial.
Con mi suerte habitual, me había metido en la guarida del lobo.

7 comentarios:

  1. Así o peor? Cómo se atrevió Alain a llevarte ahí? Y PEOR AÚN DEJARTE SOLA EN ESE LUGAR TAN HORRIBLE!!!

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    1. Veremos cómo evoluciona el asunto. Por ahora sólo puedo pensar que la cosa va a acabar muy mal. ..

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  2. No tenes de otra corazón... Fuerza!

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  3. Intentaré hacer lo más duro que puede hacer una mujer: luchar contra la madre de tu chico jajajaja

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  4. Un sábado sin publicaciones? Qué paso bella mujer? Festejando tu día con algún francés por hay? (;

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