Todo iba genial
en casa Grey. En unos pocos días todo volvió a ser como si ese tipo… sí… ese
francés… como se llamara… jamás hubiera existido. Todo era estupendo, y todos
allí éramos felices a rabiar.
Yo me había
adaptado a mi nuevo peinado y mi nueva vida (si hasta había encontrado en un
cajón una cosa llamada planchas del pelo y hasta había aprendido a enchufarlas
y todo). Lorito me miraba con desconfianza cada mañana cuando me veía aparecer
por la puerta de mi dormitorio, bien vestida (al menos vestida decentemente),
peinada, con un maquillaje discreto (nada de mis sempiternos rojos), y me ponía
a escribir con una taza de té, sin distracciones ni regateos.
Aunque, todo
hay que decirlo, ya no había nada en aquella casa que me distrajera. Nada de
miradas atravesadas, de medias sonrisas, de acentos franceses sexys…
Nonono.
Borra eso. Habíamos quedado en que nada de eso existía.
Ahora hablo
sola.
Estupendo.
Soy muy
feliz. Y hasta me lo creo y todo.
No voy a hacer ningún comentario sólo porque tú me lo pediste. He dicho.
ResponderEliminar