domingo, 6 de octubre de 2013

EL SECRETARIO 23: EL TIEMPO VUELA... Y LA GRAPADORA, Y LA LÁMPARA...

Alain esquivó con habilidad la lámpara, pero la grapadora le dio de lleno en la frente con un agradable "cronk". Cuando me vio echar mano a la taza, levantó las manos y abrió la boca al fin.
-¿Me vas a tirar tu taza favorita?
Cambié de objetivo. Apreciaba demasiado mi taza favorita, así que le tiré el bote de los bolígrafos, un cuaderno y el ratón inalámbrico del ordenador en rápida sucesión... lástima que tenga una puntería pésima. El acierto con la grapadora lo llevaría en el corazón para siempre.
Mientras yo lanzaba objetos sin solución de continuidad, Alain trataba de hablar, pero yo no estaba para  escuchar nada, tal vez porque estaba ocupada en afinar la puntería. Me sentía extrañamente eufórica y feliz de poder desahogarme al fin. Cuando me quedé sin objetos, empecé con la artillería verbal.
-¿Cómo te atreves siquiera a aparecer aquí, maldito traidor? Si supieras lo que te conviene, te largarías ahora mismo. Con razón ella te adora, ¡sois tal para cual!
Salió de detrás de la silla donde se había refugiado hacía un rato, frotándose la cabeza, y me miró con aire ofendido.
-Tal vez hubieras preferido que ella hubiera muerto y escribir tus obras desde la cárcel. Seguro que así te hubieras hecho famosa al fin -dijo con una sonrisa sin humor.
Busqué algo más para tirarle, pero solo quedaba mi taza favorita. Me planteé durante dos segundos eternos si merecía la pena...
-A mí ser famosa me la trae floja, idiota. Todo fue por tu culpa, por si no te diste cuenta. 
Atrapó la taza al vuelo y la dejó en una repisa con cuidado. Viendo que no había peligro (y es que no quedaba nada más que pudiera tirarle), Alain se acercó y se sentó al otro lado de la mesa, mirándome como solía hacerlo.
-Yo me doy cuenta de muchas cosas, Arwen. ¿Quieres que te cuente yo algo a ti?
Entrecerré los ojos y me fijé por primera vez en que tenía buen aspecto. Había recuperado el peso que había perdido y que tenía su aire seguro habitual. Parecía el Alain Panphile que todos conocemos y... adoramos, ejem.
-Adelante, que nadie diga que no te dejé hablar. Pero sé breve, tengo cosas que hacer.
Él sonrió de lado y entrecerró los ojos, como le gustaba hacer. Me removí incómoda y volví a sentarme. Tenía la sensación de que aquello iba para largo.
-Cuando llegué aquí por primera vez pensé que iba a encontrarme con una mujer sin corazón -dijo. Empecé a abrir la boca, pero hubo algo en su mirada que hizo que la cerrara de golpe, sin decir ni mú-. Todos los informes decían que eras fría, seca, que no te gustaba el contacto humano... Me dije que eras perfecta, después de lo que había pasado. Crees que sabes algo de lo que pasé, pero créeme, no sabes ni la cuarta parte, y es mejor que no lo sepas -volví a abrir la boca, pero volví a cerrarla cuando levantó la mano para acallarme-. Pero resulta que, quienquiera que hizo tu informe, o estaba ciego o era tonto, porque tú eres lo opuesto a fría y seca... lo de que no te gusta el contacto humano lo dejo en suspenso -añadió tocándose el huevo que empezaba a formarse en su frente como consecuencia del golpe de la grapadora.
Pensé que ojalá le doliera, porque no estaba siendo nada amable.
-Nunca pensé que ocurriría, pero me acostumbré a tu forma de ser -siguió, sonriendo con renuencia-, a tu caos, a tu desorden, a tu manía de canturrear mientras trabajas, a esa música horrible que escuchas, a verte bailar por los pasillos...
-Yo no bailo por los pasillos.
-Lo haces, y no me interrumpas, por favor -me cortó, seco-. Pensé que podría quedarme un tiempo. Tranquilidad al fin, me dije. Pero no, tuviste que sospechar lo peor de mí. Me echaste sin darme la oportunidad de hablar. Y luego me buscaste -gesticulaba, señalando en una dirección y en la otra sin parar-, y cuando ella apareció, te pusiste como un bicho. Y luego viniste a rescatarme. Y ese día... ¡oh, Dios! Y ahora que estoy aquí, quieres que me vaya...¿Te das cuenta de que ni siquiera sabes lo que quieres?
Parpadeé, incrédula. Ver a Alain Panphile perdiendo la calma era algo digno de verse. Se pasaba la mano por el pelo y gesticulaba sin parar, desesperado al parecer. Traté de no enfadarme por lo que decía, porque seguía hablando y quería escucharlo todo.
-Yo me había hecho a la idea de que mi destino era volver allí, aguantando sus caprichos, sus tonterías, sus croasancito por aquí y por allá... -a esas alturas, su acento francés había regresado con fuerza, como si los nervios le hubieran hecho olvidar la compostura y el cuidado en el habla. Incluso decía cosas que antes jamás hubiera dicho-. Joder, había renunciado a todo. Y entonces llegasteis vosotros...
¿Alain había dicho "joder"? Me quedé tan impresionada que me perdí un minuto de discurso.
-... y te vi volando, y a Lorito en el suelo. Y no podía permitirlo.
Tuve que cortarle en ese punto.
-Si me dices que te quedaste para salvarme, te mando a volar de una patada en el culo. Y, por cierto -dije, sin perdonarle esa impertinencia en particular-, sé exactamente lo que quiero: quiero que me digas a qué has venido.
Apretó los labios y calló. Después de unos segundos, al fin habló, recuperando su aplomo y haciendo desaparecer casi todo rastro de su acento.
-He venido a darte las gracias. Por todo.
Me obligué a sonreír, porque noté que mentía.
-De nada. Ha sido un placer, sobre todo las fracturas de costillas. ¿Algo más?
Él también sonrió, de esa manera tan particular que tiene de hacerlo.
-No. Supongo que no.
Me levanté de la silla y le ofrecí una mano.
-Adiós. Te deseo mucha suerte.
-Adiós, señorita Grey -dijo.
Y entonces ocurrió...



3 comentarios:

  1. ¿Qué? ¿Qué ocurrió? Aggggggggggg puñetera, no nos puedes dejar así!!!!! Si ya sabía yo que no tenía que romper mi norma de no leer ninguna historia en un blog que no estuviese terminada. ¡Siempre me dejas en ascuas!!!!! Te odio.

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  2. Ay, haciendo cliffhanger a diestro y siniestro.. Eso no se hace!!! Y anda, quién anda por ahí vigilando a las escritoras y haciendo informes... Los profesionales musos becarios, claro!!!
    Sigo!

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