Di un sorbo a mi café y solté la taza de golpe al notar cómo
me quemaba el ardiente y delicioso líquido.
Me giré con rapidez para ver cómo se alejaba el camarero,
imaginando incluso una cierta sonrisa burlona en su atezado rostro, mientras
atravesaba las puertas de cristal de la cafetería.
Iba a gritarle algo, pero justo en ese momento se aliaron
contra mí las campanas de la catedral y la consabida algarabía de palomas,
haciendo que tuviera que limitarme a mirar el triste y oscuro charquito formado
por el café derramado en el platillo, descubriendo que la mitad que debería
estar en la taza ahora estaba allí, formando algo que yo llamé interiormente
"espresso al plato".
Francamente, empezaba a pensar que era una mala costumbre ir
allí cada día a la misma hora.
Hola linda!
ResponderEliminarCuando hablas de la algarabìa de la iglesia, imaginè que era una novia fugitiva.
Saludos!
Ummm una novia fugitiva. .. No creas que es mala idea jaja.
EliminarUn beso. Un placer tenerte por aquí! !